¿Si hay tres sapos en una hoja, y uno de ellos decide saltar de la hoja al agua; cuantos sapos crees que quedan en la hoja?
La respuesta acertada es: tres sapos.
Porque el sapo apenas decidió saltar. Pero no lo hizo… ¿No crees que, muchas veces, somos como esos sapos? ¿Qué decidimos hacer algo y finalmente no lo hacemos?
La mayor parte de nuestros errores se deben a nuestras indecisiones. Y como todos sabemos, tenemos que vivir con la consecuencia de las decisiones que tomamos en nuestras vidas. Y esto es arriesgar.
Reír es correr el riesgo de parecer tonto. Llorar es correr el riesgo de parecer sentimental. Abrirse a alguien es arriesgarse a relacionarse. Exponer nuestros sentimientos es arriesgarnos a que nos acepten o no. Amar es correr el riesgo de no ser amado. Tener esperanzas es correr el riesgo de decepcionarse. Hacer es correr el riesgo de fallar.
Los riesgos precisan ser enfrentándonos, porque el mayor fracaso de la vida es no arriesgar nada. La persona que no arriesga, que no hace nada, no tiene nada. Puede evitar el sufrimiento del dolor, pero no aprende, no siente, no cambia, no crece ni vive. Queda presa de su soledad y es una esclava que teme la libertad. Solo quien arriesga y hace, es libre. El pesimista se queja de los vientos; la optimista espera que cambien y el asertivo ajusta las velas.
¿En tu vida recuerdas alguna decisión que dejaste de llevarla a cabo? Una decisión que hubiera cambiado tu presente si hubieras actuado tal como decidiste hacerlo? En tus respuestas habituales: ¿te quejas de los vientos, esperas a que cambien o bien procuras orientar tu vida ajustando las velas para que te lleven a un destino por ti deseado?
Recuerda:
Están los hombres que luchan un día y son buenos.
Están los otros que luchan un año y son mejores
Están aquellos que luchan muchos años y son muy buenos
Y también, están aquellos que luchan toda la vida.
Éstos son los imprescindibles
Bertold Brecht